domingo, 5 de mayo de 2013

Parte IV - Encuentro con Chavela Vargas


Reservas hechas, todo listo y una seguridad inmensa de que entregaría todo en las manos de Chavela Vargas, la leyenda viva de la música. Fue entonces, en el dia 10 de noviembre del 2009, el día del apagón en gran parte del sudeste brasileño, que embarqué para realizar mi sueño en Tepozlán, con la maleta de mano llena de presentes para ella.
Un vuelo tranquilo y lleno de expectativas en relación a los días que seguirían. Estaba tan bien, ¡que hasta dormí un poco! Después de nueve horas de viaje, llegué al Aeropuerto Internacional Benito Juárez, en la Ciudad de México. Nuevamente, tuve que decir para mi misma que era verdad, ¡que estaba de vuelta en México! ¡Es tan maravilloso disfrutar cada detalle! ¡Disfruté hasta la inmensa fila de la aduana!
Agarré todo el equipaje y ya en la salida avisté un ser casi congelado, vistiendo una chaqueta roja. Era Gui, que me esperaba hacía horas, viniendo del aeropuerto de Toluca. Tiene gracia que, después de tantas horas de conversación en Internet, el parecía un amigo de años, pero aquel era nuestro primer encuentro oficial. Estábamos medio tímidos y comenzábamos a relacionar las conversaciones de Internet con la persona al vivo. Era graciosa la situación, pero poco a poco nos acostumbramos a la nueva relación sin el PC.       Conforme, combinado, pasaríamos a los dos primeros días de viaje en Tepozlán, para ver a Chavela ( esa ya era una realidad ). Ya eran las seis de la mañana de un miércoles. Mucha gente yendo a trabajar y nosotros llenos de maletas en el metro, rumbo a la estación Taxqueña, que es la terminal donde salen los autobuses Pullman de Morelos, con destino a Tepoztlán. Pensé que sería aplastada antes de llegar a la mitad del camino, pero, gracias a Dios, sobrevivimos. Llegamos al destino y compramos nuestros billetes para Tepoz. El autobús salió poco después de las ocho de la mañana y ahora estábamos apenas a una hora de distancia de nuestra amada Chavela. Era sensacional.
La primavera de aquella bonita mañana soleada se mostraba en todo el paisaje. La carretera vacía nos llevaba por caminos ondulados, cercados por mucho verde, plantaciones de maíz y diversos montes. A cada cerro que surgía en la ventana, intentábamos descubrir si era el Chalchi, así como dos niños jugando a adivinar la forma de las nubes.
Sabíamos que veríamos a Chavela en ese primer día. Era una seguridad que los dos teníamos. A toda hora preguntábamos el uno al otro lo que haríamos cuando ella apareciese. Ambos respondíamos que no conseguiríamos hablar una sola palabra. Esa era otra seguridad.
Tiramos muchas fotos en el recorrido que duró poco mas de una hora hasta que el autobús llegó a la entrada de Tepoztlán. Bajamos en la pequeña estación, que no pasa de una pequeña sala con dos hileras de bancos, uno enfrente de otro. Al lado hay un pequeño mercado, donde se puede encontrar un poco de todo. Lo curioso del lugar es que el punto de referencia es la Gasolinera y no la propia estación. Entramos en el único taxi disponible y en pocos minutos llegamos al lugar mágico donde sabíamos que sería realizado nuestro mayor sueño.
Tocamos la campanilla y ya oímos el ladrido de un perro. Segundos después, lo vi caminando lentamente en dirección al gran portón, acompañado por su dueña. Al ver aquel inmeso perro que yo ya conocía, mi corazón se aceleró. De la misma manera como cuando estamos enamorados y vemos a la persona amada llegar. Aquel susto placentero de tener. La buena sorpresa que hace las piernas temblar y que es capaz de parar el tiempo por algunos segundos. Era el perro de la foto. El perro que hacía compañía a Chavela Vargas cerca de la piscina. Si el estaba allí, ella también estaría, y tuve esa seguridad en el momento en que mis ojos se depararon con la inmensa figura del perro.
- Él no hace nada, no se preocupe. Es Toby. Fue lo que la dueña dijo. Ni necesito decir que hice amistad con él en aquel momento.

Un segundo pasó, cuando vi un pequeño ser volando en nuestra dirección, como una sombra con mucha prisa. Era el amigo de Toby, el pequeño Joaquín. Fue la primera vez que vi un perro de la raza Xoloitzcuintle (o simplemente Xolo), que tiene como característica la falta de pelos por el cuerpo negro y confieso, a primera vista, aunque parezca un perro extraño, es tan amable, que acabé conquistada en pocos minutos.
Lo curioso es que no todos los perros de esa raza son iguales. Existen variaciones en cuanto a la cantidad de pelo. Algunos poseen poco pelo esparcido por el cuerpo y otros una cantidad un poco mayor en la cabeza y extremidades. Esa raza pesa de cuatro a veinte kilos y se parece mucho con el perro faraónico por poseer el cuerpo esbelto, ojos almendrados, grandes orejas y cuello alargado.
Esta extraña raza es de origen precolombino, natural de Mesoamérica, y se cree que existe hace mas de 3500 años. En la mitología Azteca, era considerada sagrada porque fue criada por el Dios Xolotl con el mismo pedazo de hueso que dio origen a los hombres. A su vez, los hombres habían sido creados para que protegiesen el animal con su vida, si fuese necesario. A cambio, los perros acompañarían a sus dueños en los peligros de Mictlan, el mundo de los muertos, conduciéndolos en dirección a la estrella vespertina de los cielos.
La energía de Joaquín le convertía en un perro iluminado y feliz. Bonito de más. Y, junto con su compañero, nos ayudó con el desayuno, siendo Toby el más interesado en mis galletas. Era imposible negar algo a aquellos ojos llorones del inmenso perro.
Como si no bastase, conocimos Lola oficialmente. Al final, ya la conocíamos por fotos también. Ella es la compañera de Joaquín, pero es una perrita muy malhumorada. Tal vez estuviese así porque necesitase cuidar de una camada de cachorros con cerca de dos meses. Conocí los cachorros; eran absurdamente lindos. La variación de tamaño entre ellos era inmensa: dos eran minúsculos y se parecían con Lola, otro era igual que Joaquín, y el mayor de ellos tenía los ojos mas dulces que el padre y era totalmente sin pelos. ¡Que lindo perro!¡ Lo quería para mi!
La posada era muy bonita. En el primer nivel, estaba la gran casa principal, que era dividida en tres habitaciones. Había tres casas mas en el jardín. El dormitorio tenía una pared de piedra que proporcionaba apariencia rústica al lugar. La otra pared era verde y servía de entrada para el bonito bañero rosa. Aquella pared rosa era la que me separaba de ella, según mis cálculos. Todavía había un sillón en el dormitorio, de tapizado claro, con flores en el respaldo. Era el sillón de la foto también. La puerta de cristal dejaba a la vista la enorme hierba y la piscina.
Entre los juegos con los perros, analizamos cada centímetro del lugar que conocíamos por fotos. El refugio de Chavela. Era impresionante reconocer cada lugar y cada paisaje. Habíamos querido con tanta intensidad estar junto a ella, que nos transportamos al lugar cierto: a la hierba soleada en aquella mañana de otoño. Sabíamos que en cualquier momento ella aparecería y estábamos bien atentos. Descansamos un poco del viaje y fuimos a conocer el " pueblo mágico", como es conocida la ciudad.

Tepoztlán es un lugar muy tranquilo, rodeado por la naturaleza, y las distancias son relativamente cortas, siempre recorridas en taxi o en pequeños autobuses. El centro es bien pequeño, pero muy simpático, y posee aquel aire nostálgico de las ciudades pequeñas. Donde la vida sucede de manera calma y calurosa. La Iglesia de la Natividad, bien posicionada entre el Zócalo y el cerro mas importante de la región, Tepozteco, esconde pasillos pintados que nos llevan a la vista de la pirámide en lo alto del cerro y que sólo pueden ser descubiertos para quien estuviera atento a los caminos que siguen por el lateral de la iglesia.
Carteles del Tercer Encuentro Cultural estaban colgados por toda la ciudad. Estampados con la imagen de Chavela Vargas, la iglesia principal y un chinelo. En el Tepotzlán, Chinelos son personajes alegres que visten ropas coloridas de un mismo padrón, muy bien decoradas. Usaban una máscara característica, con bigote y una perilla que cubre la barbilla bien puntiaguda vuelto para arriba. Poseen inmensos sombreros coloridos. En la misma época del carnaval de Brasil, es conmemorado el carnaval de Chinelos, donde esas curiosas figuras danzan animando a las personas de una manera muy peculiar.
  Comimos en un restaurante muy simpático, contrariando la costumbre de tomar el desayuno en aquel horario. Pero, según mis costumbres brasileñas, la comida es servida entre el mediodía y la una de la tarde.
Una vuelta mas por el centro hasta regresar a la posada. La limpísima piscina pedía compañía, sin embargo sería capaz de congelar a quien se aventurase en sus aguas. Pero el horario era propicio para un baño de sol. Nosotros teníamos la seguridad de que la veríamos tomando el sol todavía en el primer día, y ese era el momento que esperábamos. Nos cambiamos y nos posicionamos estratégicamente en frente a la sala de cristal para esperar a Chavela Vargas salir. Me quedé de espaldas para que Gui tuviese la visión de la sala. En caso de que ella saliese, me avisaría.
Diez minutos pasaron y el dijo que Chavela estaba saliendo. Me quedé nerviosa, miré en dirección a su casa. Gui comenzó a reír y dijo que era broma. Todo bien, sabía que podría esperar eso. Entonces volví a mi sol, cuando, momentos después, el dijo de manera mas cuidadosa: - Es ella, mira! Pedí que parase de bromear con eso porque mi corazón estaba saliendo por la boca, y el insistió. Pero, esta vez, con los ojos parados en dirección a la sala de cristal, miré con la seguridad de no haber nadie atrás de mi y, para mi alegría, Chavela Vargas estaba saliendo con sus ayudantes para tomar sol. Nuestra emoción era tanta, que mal conseguíamos hablar. Sólo conseguíamos sonreír. Los ojos brillaban sin parar y lo que veían era apenas a Chavela Vargas. Nos levantamos para confirmar si aquella visión era real y vimos los pequeños cachorros correr hacia ella. Yo no sabía que hacer. Miraba sin conseguir guiñar los ojos para que aquella imagen no se perdiese. Si fuese un espejismo, que durase mucho tiempo. Me aproximé un poco, pero mis piernas pararon cerca de cuatro metros de ella. No conseguía dar ningún paso más. Era como si ella estuviese envuelta por una campana de energía que me impedía estar más cerca. Si, aquel era el perfil de Chavela Vargas que yo veía. Pude oírla conversar y besar los pequeños cachorritos.
¡Fue lindo! Porque sentimos todo callados, sólo disfrutamos la imagen de ella. No sé cuanto tiempo aquella visión duró, pero fue el inicio de la realización de nuestros sueños. Gui preguntó para la dueña del lugar que venía en nuestra dirección si realmente era Chavela. Ella confirmó, y el preguntó si podríamos hablar con ella. La señora discretamente fue a preguntar a la propia Chavela, si ella podría hablar con nosotros. Cuando regresó, nos dijo que Chavela pidió que volviésemos al día siguiente, porque no estaba arreglada para recibirnos.
Que bonita y vanidosa! Para nosotros, no hacía la mínima diferencia si ella estaba vistiendo el poncho rojo o pijamas. Al final, sólo veíamos la persona que ella es, no apenas a leyenda viva de la música mexicana. Pero no había problema, esperaríamos un día mas. Todavía aturdidos con la visión, volvimos para nuestro lugar al sol. La única cosa que conseguíamos hacer era mirar uno para otro, boquiabiertos  preguntar: - ¿Has visto? Era ella misma! Mal podíamos esperar el encuentro del día siguiente.
La tarde tardó en pasar, y la noche helada llegó para callar el primer día en Tepoztlán. No había sonido alguno en el lugar. Ni grillos, ni perros, ni música. Sólo el corazón latiendo por saber que estaba a pocos metros de ella.  Mirar para aquella ventana y saber que ella estaba allí, tan cerca. El frío me hizo entrar en el dormitorio caliente y, a través de la puerta de cristal, era posible ver las luces de Cuernavaca en el horizonte. Con mucha dificultad conseguí dormir, pero desperté todavía de madrugada. Eran las cinco y media de la mañana. Me cambié, abrí a puerta de cristal y me senté a la vera de la piscina enfrente al Chalchi para esperar el sol nacer. El frío y la paz cubrían todo el jardín. Enfrente, el cerro, la luna y un inmenso pino. A la derecha, las otras casas de la posada. Detrás, las luces de Cuernavaca. Tenía a mi izquierda la casa de ella y mi dormitorio. En un gesto de agradecimiento y de preparación, comencé a recitar el Mantra Sagrado Nam Mioho Rengue Kyo, por casi una hora.
El cielo comenzó a clarear. De azul marino, fue para un tono de rojo, que destacaba todavía mas el brillo de la luna. Rápidamente, el cielo se volvió rosado, para ye enseguida quedar azul claro. Nacía un nuevo día en Tepoztlán al son de mi meditación. Me quedé casi una hora observando aquel espectáculo, hasta no aguantar más el frío. Volví para mi cama calentita y dormí  un poco más.
Después de despertar nuevamente, esperé a Gui para que fuésemos al centro a tomar  el desayuno. Salimos, atravesamos la autopista que sigue hasta la ciudad de Cuernavaca y cogimos el primer autobús para el centro. Desde temprano, estábamos muy ansiosos con lo que realizaríamos aquel doce de noviembre. ¡Chavela nos recibiría en su casa!¡ Era para dejar a cualquier persona muy ansiosa!
Intentamos distraernos bastante, andamos por el centro, visitamos tiendas, conversamos con las personas, hicimos compras en el mercado de artesanía, comimos y decidimos volver ya para la posada. Bromeé un poco con Joaquín y ya enseguida Gui tocó en la puerta de cristal. Sólo dijo: - Venga. Ella está esperando.
Yo temblaba de la cabeza a los pies. Mal conseguía coger los presentes. Gui me ayudó y seguimos por la sala de cristal. Ya podíamos verla sentada de frente a nosotros. La puerta abierta, Lola en el sofá. Muy nerviosos, entramos en la sala de Chavela Vargas.
Miré bien para ella, cogí sus manos y le dí un beso. Todo el español que sabia, desapareció en aquel momento, así como mi portugués. No era necesario hablar nada, sólo vivir aquellos instantes maravillosos. La entregué el libro, la camiseta, la pieza en biscuit y la Chavelita hecha con filtro de café. Gui tiró las fotos mientras yo estaba con ella. Después, fue la vez de el disfrutar de nuestra reina.
El nerviosismo del momento era normal, sin embargo mayor porque la sala estaba llena de gente mirándonos: las dos cuidadoras, las dueñas de la posada y no sé quien mas, porque sólo conseguía ver a Chavela Vargas. Las fotos registraron nuestros ojos emocionados y las amplias sonrisas de oreja a oreja. En un súbito momento de consciencia, me acordé del beso-sándwich. Hice una señal para Gui y pedimos que registrasen con una foto. Fueron minutos muy especiales que jamás olvidaré. Estuve al lado de Chavela Vargas, sentí su perfume, oí su voz, toqué sus manos. Mi sueño había sido realizado de una manera muy especial. Gui habló algunas palabras con ella, que no consigo recordar, porque el nerviosismo era inmenso y no me dejaba oír. La agradecimos mucho y salimos de allí totalmente deslumbrados. Nos mirábamos boquiabiertos, en un estado de trance prácticamente. Yo pensaba repetidas veces: Dios mio, es verdad, ¡gracias!¡ Ay, Dios mio!¡Vi a Chavela Vargas, gracias, gracias !...
Volvimos para nuestro observatorio en frente a la piscina para tomar el sol y para verla de lejos un poco mas. Nuestra distancia en relación a la sala era relativamente grande, cerca de veinte metros. Los rayos de sol tocaban apenas en los cristales de la sala y la dejaban oscura, casi completamente. Sin embargo, era posible sentir que ella continuaba en la sala. Conforme mis ojos se acostumbraban a la visión, fue posible notar algunos colores y también verla mirando para abajo. Ella no levantaba la cabeza. Pensé que pudiese estar durmiendo, pero vi un movimiento de brazo levantando un pañuelo a la nariz.¿Chavela tendría rinitis también? Bueno, no sé, pero, después de notar que ella estaba despierta y mirando fijamente para abajo, decidí intentar ver lo que la dejaba tan concentrada. Casi me desmayé de emoción con lo que ví. Chavela estaba con gafas de ver y tenía en las manos un rectángulo azul claro. Era mi libro. Cuando la vi pasando una página, estuve segura.
Es casi imposible describir lo que sentí. Todo lo que escribí en el libro era para que ella supiese de mi sueño. El sueño que había sido inspirado por sus interpretaciones magníficas y su historia. Aquella tarde, ella comenzaba a descubrir mi historia de admiración por ella. ¡Que alegría! No cabía en mi de tanta felicidad.
Nuestra voluntad era saltar sin parar y contar a todos lo que había sucedido en aquel día. Entonces, fuimos a un ciber para bajar las fotos mas importantes de nuestra vida. Era necesario mostrar las fotos a los amigos que animaron para que ese bonito sueño se realizase. Seleccionamos las mejores fotos y las enviamos por e-mail con un pequeño texto que recordaba el motivo del viaje y describía en pocas frases la importancia de aquel instante retratado.

Partimos para la Ciudad de México al día siguiente, pero, antes, con las maletas listas, fuimos a despedirnos de Chavela, claro. Y, mas una vez, ella nos recibió tan bien como en el día anterior. Esta vez, sólo había  dos enfermeras. Nos sentamos en el sofá azul, mientras ella marcaba la página del libro para cerrarlo. Se quitó las gafas y habló con calma, con la voz marcada de siempre, que yo me había enamorado por México. ¡Si, ella estaba leyendo todo! ¡Uau!
Le entregué un dibujo hecho la noche anterior y pedí para Gui decirle que terminaría de escribir el libro y después le enviaría la versión finalizada. Ella miró con calma para la camiseta que yo vestía, que tenía estampado su rostro con cerca de treinta años. "¡Soy yo joven!" Dijo ella. Hablamos sobre una canción que ella grabó en portugués y ella dijo, riendo, que no sabia ni lo que había dicho. Habló también sobre los cachorros de Lola y, cuando nos despedíamos, ella dijo la frase que no consigo olvidar: - ¡Escríbanme!¡ Que les contesto!
Ella pidió para que la escribiésemos y afirmó que respondería. Me quedé sin reacción y al mismo tiempo muy feliz. Mi cantante favorita, la leyenda viva, ¡pedía para que la escribiésemos! Que momento marcado! Nos despedimos diciendo que volveríamos para el homenaje. Mientras salíamos, pidió que las chicas la girasen para la puerta. Cuando miramos, ella nos saludaba sonriendo, tan bonita. Mandé un beso y ella me mandó otro, por dos veces. Casi me desmayé.
Si nuestro sueño era sólo estar con ella un poco, con seguridad, recibimos de ella mucho, mucho, mucho más de lo que podíamos imaginar. Las fotos tiradas en ese día poseen una luz especial, que iluminó nuestras sonrisas de una manera mágica. ¡Inolvidable!
Antes de salir, nos despedimos de Emma, la gentil señora, dueña de la finca, que nos invitó a entrar en su casa. Mientras hacíamos la reserva para la próxima semana y concretábamos los precios, Gui se encantó con la mesa y las sillas de la sala de cenar. La Sra. Emma notó el interes de él y dijo que podía sentarse, no tenía problema alguno. Él escogió la silla del extremo, la sacó y se sentó maravillado con aquella bonita madera oscura, minuciosamente tallada. La Sra. Emma miró y dijo sonriendo, como de costumbre, que aquella silla era el lugar en que Chavela se sentaba cuando la visitaba. Entusiasmado, Gui pidió una foto para registrar aquel instante mágico, como si supiese que no volvería a entrar en aquella casa.

Fuimos prácticamente flotando para la Ciudad de México. No parábamos de pensar en ella, en su voz y en los momentos sensacionales que ella nos proporcionó. La agitación de la ciudad se mostraba presente en cada estación de metro, donde vendedores ambulantes anunciaban, en alto y buen sonido, las mercancías que vendían. Caramelos, libros, mapas. Los vendedores de CD Hacían un show de dos minutos, que es la duración de un viaje de una estación a otra. Con mochilas que escondían una caja de sonido, hacían el vagón entero oír un poco de cada canción.  Todo eso a todo volumen. Con todo, creo que ellos conseguían hablar mas alto que el sonido. En cada estación, nuevos productos eran ofrecidos.
Seguimos para la casa del abuelo de Gui, que, coincidentemente, alquila dormitorios para jóvenes estudiantes. Don Memo es el jefe, como el mismo dijo. Un señor muy gracioso y simpático, que nos recibió muy bien. Tenía una bonita gata llamada Muñeca, muy dulce y cariñosa, que se parecía bastante con mi gata Yasmin. Gui hacía un escándalo cada vez que ella se aproximaba, porque tenía miedo a los gatos. Un chico de aquel tamaño con miedo de un pequeño felino. Era graciosísima la situación.
Las respuestas al e-mail enviado en el día anterior comenzaban a llegar. Las amigas del trabajo se quedaron orgullosas y felices porque vieron que la fuerza que me dieron un poco antes del viaje había surtido efecto. "Yo te dije que lo ibas a conseguir!" "Siempre vas atrás de lo que quieres", fueron las palabras de mi madre. Pero la emoción vino con las palabras de la pernambucana Fernanda Rego, la gran amiga que conocí a través de una comunidad de admiradores de Chavela Vargas en Internet.

"¡Felicidades Adita! Misión cumplida, sueño realizado, energía renovada, corazón en paz... Ahora ya puedes sentirte medio que encima del bien y del mal, flotando, en alfa, viajando, en otra estratosfera o algo así.¡Agradecida por compartir comigo ese momento mágico y bonito! Eres tan auténtica y verdadera en aquello que te propones hacer, que haces a la gente sentirse como si estuvieses cerca, vibrando.
A través de ti también realicé el sueño de estar cerca de ella. Que semblantes serenos, el tuyo y el de ella!... Las fotos quedaron bonitas... un primor. Pienso que estaba escrito en algún lugar, de alguna forma, que ese encuentro tenía que ocurrir y probablemente ocurrió en el momento exacto. Ciertamente por eso llenó a las dos de energía y provocó en cada una lo que tenía que provocar, en la extensión exacta del que si es capaz de sentir viviendo una emoción tan intensa.
Estar cerca de un ídolo es cualquier cosa como sentirse naciendo de nuevo en aquel exacto instante. Es como si de ahí en adelante todo pasase a tener otro significado y una dimensión mayor que la gente ni suponía existiera. Fue mas o menos así que me sentí un día, en los tiempos pasados de 1974 (pienso que tú todavía no habías nacido), cuando tuve oportunidad de estar cerca, hablar, tocar, mirar a los ojos y tener todos mis libros autografiados por mi ídolo de mi vida entera: Vinicius de Moraes. Era mi mayor sueño desde los 14 o 15 anos y de ahí en adelante me sentí diferente... Era una fuerza interior, que venía no sé de donde, una identidad y una afinidad absoluta en la forma de ver la vida, de intentar entender el amor, de llorar las angustias y recomenzar...
¡Que lindo, Adita! Hacía mucho tiempo que no veía nada parecido y así tan fuerte... Cuando fui a México en 2004 y estuve en la Casa Azul, sentí la piel de gallina y un aura completamente diferente me invadió entera, al pisar aquel suelo, al tocar aquellas paredes coloridas, pero creo que fue porque había visto hacía mucho tiempo la película "Frida" y toda aquella saga todavía estaba viva en mi memoria y me quedé pensando que fue por eso que me emocioné tanto.  Salí de allí y fui directo a comprar unos CDs de Chavela Vargas, en la Zona Rosa.
 Somos aparentemente tan diferentes, somos inclusive de generaciones distintas. Y podría ser tu madre, hasta tu abuela (exagerando un poquito), pero nos llevamos tan bien y encajamos fácil, en tan poco tiempo, y fue necesario casi nada para reconocernos como amigas y como personas con afinidades y gustos tan semejantes…¿Habrá una explicación para eso? Para mi, esas cosas simplemente no tienen explicación, tardan en suceder, pero cuando suceden son tan fuertes, que unen a las personas como si estuviesen juntas una vida entera. Me parece que te conozco  desde que naciste, como conozco a Nicole, mi hija, que estuvo todo el tiempo siempre cerca de mi...
Ahora a final de año vamos encontrarnos otra vez, probablemente pasaremos la navidad o el año nuevo, o los dos, juntas, como si perteneciésemos a la misma familia y estoy muy feliz con esta perspectiva, dígase de pasaje. Mi hermana también tiene muchas ganas de conocerte, de tanto que hablo de ti. Por otro lado, también quiero conocer a las personas de  tu familia y, ahí si, pienso que vamos pasar a sentirnos parientes bien próximos. ¿Recuerdas aquí en casa? Tan naturalmente normal tu presencia, que nadie jamás diría que nos conocemos de la forma que nos conocemos y hace tan poco tiempo, relativamente. Pero lo bueno de todo eso es que, todavía aunque no tenga una explicación muy verosímil es maravilloso  sentirnos próximas y amigas, para el resto de nuestras vidas.
¡Eres muy linda, Adita! ¡Quiero para ti un bien enorme!¡ Que bueno que nuestros caminos se cruzaron y hoy podemos disfrutar de esta amistad profunda, bonita, sincera y que sólo nos hace bien!
  ¡Hey!... Pienso que exageré en el tamaño del e-mail, y en mis elogios también. Jajaja.
Pienso que fue el calor de la emoción. ¡Ay, ay!... Continúa pasándome las novedades, como sólo tú sabes hacer. Estoy viajando contigo. Todo lo bueno para ti.
Besos, Fe."

Me quedé sin aire y sin palabras al leer tales alabanzas. Durante la noche, conocimos a los otros moradores de la casa, entre ellos al simpático Carlitos. Hasta bailé salsa en la sala de Don Memo. Como pasaríamos una semana en la Ciudad de México antes de volver para Tepoz, hicimos algunos paseos para redescubrir la ciudad.
El sábado, fue el día de visitar San Ángel. Comenzamos por el Bazar Del Sábado y sus encantos. Seguimos por las calles silenciosas y armónicas, donde el arte está presente en cada ventana y en cada esquina, hasta llegar a la calle del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo. A Gui le gustó mucho la casa, mismo no apreciando los museos. Volvimos a la Plaza San Jacinto y para los pasillos de artesanía. San Ángel tiene un aire artístico muy grande.

El domingo fue el día de visitar Coyoacán. ¡Ay, ay, Coyoacán!... Fuimos, primero, al cementerio, que estaba vacío, y todavía con las flores del día de finados. Caminamos por la calle Londres, hasta toparnos con  las paredes azules y con las ventanas de rejillas verdes del Museo Frida Kahlo. En esa mi segunda visita al museo, los detalles de la casa parecían mas vivos. Los objetos bien distribuidos por los muebles. Los cuadros antes no vistos se destacaba entre toda la vida de aquella casa. Las habitaciones eran tan ricamente simples y acogedoras, que se podría vivir allí. La cama de Frida, sus pertenencias y ropas tan bien cuidadas. De cierta forma, ella todavía vive en la casa. Es fácil sentirla.
En el rico jardín, había un altar con calavera de Frida llevando periquitos en los hombros, que había visto el año anterior, así como también las dos grandes imágenes de la pareja que en 2008 estaban en una bonita exposición en la Avenida Paseo de la Reforma. Lo recuerdo porque encontré genial a Diego Rivera sujetando su propio rostro. Volvimos a caminar por las calles, siempre pensando en el día del homenaje. Como Gui ya estaba preparado para trabajar durante los cuatro días del Encuentro Cultural, que sucedería entre el día 20 y 23 de noviembre, siendo que el último día sería reservado para el gran homenaje, sabíamos que lo estaría acompañando siempre y ese detalle ya había sido aceptado por el organizador del evento. Esa interacción con el equipo nos hacía imaginar la noche del homenaje repetidas veces. Todas las posibilidades fueron soñadas. ¿Será que estaríamos al lado del palco cuando ella llegase? O, entonces,  como en nuestros mejores sueños, ¿será que ella nos recibiría en el momento en que llegásemos al lugar?¿ Será que podríamos estar en el escenario por un minuto con ella? No parábamos de pensar en eso. Al final, fue el homenaje que nos hizo planear ese bonito viaje.
En una librería, encontramos y compramos el libro “Las Transgresoras”, que contiene una breve biografía de Chavela. En la Plaza Hidalgo, ya reformada, no había mas las barraquitas con artesanía, y ahora era posible visualizar bien la fuente de los coyotes. Observando las personas paseando, aprovechando el domingo tranquilamente y viviendo aquella paz, una vez más sentí que aquel también es mi lugar, donde me siento totalmente bien. Donde hago parte de una realidad. Al fin del día, llegamos a la estación Bellas Artes. Aprovechamos para caminar un poco por la Alameda y después seguimos hasta el Zócalo, donde, durante la noche de aquella semana, había un espectáculo de luces a las nueve de la noche , llamado México en el corazón.

Piensa en un mercado gigantesco. Tan grande, que para conocerlo son necesarios unos tres días. Son calles enteras que se cruzan en un inmenso centro comercial a cielo abierto. Pues ese lugar existe, se llama Tepito y fue escogido para ser visitado en aquel lunes. Enloquecí con la variedad de productos. Compramos CDs, ropas y DVDs. Caminamos hasta no aguantar mas por aquellas calles sin fin.
     Por la noche, todavía sobró energía para ir al Zócalo a ver la historia de México ser contada por las luces reflejadas en el Palacio Nacional. El evento “México en el Corazón” era un espectáculo multimedia con duración de cerca de treinta minutos, donde las luces cruzaban toda la plaza, formando la imagen de personalidades que marcaron la historia del país. Algo grandioso y muy patriótico. Y como ellos mismos dicen: ¡Orgullosamente mexicanos!
Es increíble como ese tipo de evento moviliza a las personas, haciendo que una multitud silenciosa participe activamente con sus familiares. Como sucedía de noche, diversos tipos de objetos coloridos y luminosos eran vendidos en forma de tiaras con cuernos u orejas de animales intermitentes. Algunas personas disfrazadas también caminaban por allí. Hasta un mago con capa dorada que sacaba la suerte para las personas en una caja igualmente dorada.¡ Claro que entré en el ambiente!¡ Compré cuernitos luminosos, y un protector de orejas. Al final, las noches en México son frías, y fui a descubrir cual era mi suerte con el mago. El papel que sacó para mi decía lo siguiente: "Es un año de preparación para la gran subida. Repare en los detalles y en su imagen, porque será el toque mágico que la hará brillar".
Adoré el mensaje, todavía mas por hablar de magia y de los detalles para la subida, que es algo que busco hace tiempo.¡Genial! El espectáculo acabó y, con el mismo silencio iluminado, la multitud se dispersó lentamente por las largas calles del centro. Con calma, en perfecta armonía, todos fueron para las estaciones de metro próximas o para las calles que no habían sido bloqueadas. Cenamos guacamole con tacos vegetarianos y frape de algodón en el Sanborn´s Azulejos, para finalmente matar nostalgia de aquella comida maravillosa que sólo existe allí. Ya era tarde cuando salimos y, en la tranquilidad de la noche mexicana, volvimos para la casa de Don Memo.

Compramos tortillas para el desayuno del martes, sin ninguna programación. Estábamos a dos calles de la Basílica de Guadalupe, en la calle Ticoman. Entonces, Gui sugirió que fuésemos a visitar el lugar tan buscado por católicos de todo el mundo. Como en casi todas partes, infinidad de vendedores ambulantes adornaban los caminos. Era pronto todavía y llegamos al final de la misa. La arquitectura de la iglesia intriga a mi mente. Bien moderna, con texturas diferentes de las convencionales. Hasta la forma circular es curiosa. En un pasillo próximo a la entrada, está expuesto el manto original del indio Juan Diego con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Pasillos rodantes pasan debajo de la imagen sagrada, transportando a los visitantes. Fuimos, volvimos, fuimos. Creo que pasamos por allí, al menos, cuatro veces.
Caminamos por toda la extensión del lugar, que posee muchas iglesias y un monumento con la imagen del Papa Juan Pablo II. Diversos jardines rodeaban el lugar y nos llevaron hasta las inmensas imágenes que cuentan la historia de la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego. Una inmensa cascada clareaba el espacio entre las imágenes y el gran público. Mas para adelante, una escalera de piedras seguía hasta lo alto del monte, donde había algunas iglesias mas. La bonita visión de gran parte del barrio era vigilada por dos inmensos ángeles.
La tarde tranquila se extendió hasta el mercado de artesanía Cuidadela. Encontramos, entre los pasillos decorados con imágenes en papel maché, diversos tipos de ropas bordadas. Corazones de cristal bajaban del techo, adornando el aire. Muñecas coloridas de todos los tamaños corrían por entre las tiendas. Las mas variadas materias primas transformadas en arte. En la salida, un vendedor tenía entre sus CDs una discografía en MP3 de Chavela Vargas. Compramos los dos últimos.
En los siete días que pasamos lejos de Tepoztlán, continuamos buscando todo lo que pudiese referir a nuestra querida cantante. Buscamos revistas nuevas y antiguas, LPs. Obtuvimos éxito con CDs. Volví con cerca de ocho. Lo interesante, es que finalmente encontré los tan deseados DVDs. Compré un homenaje a José Alfredo Jiménez y también Cupaima.
Consultando mis guías de viaje, descubrí que podría ver la obra original que tanto admiro en el Museo de Arte Moderna: Las dos Fridas.¡No daba mas para perder tiempo! Despertamos pronto en aquel miércoles y corrimos para el barrio de Chapultepec. Nos quedamos encantados con mas ideas creativas de los trabajos expuestos. Había escultura con caramelos y chicles, con botones y innumerables materiales. Por los blancos pasillos, las mas variadas expresiones artísticas. En una pared casi al final del pasillo, la gigantesca obra de Frida Kahlo se hacía presente. Había hasta un banco enfrente para que todos pudiesen admirar tranquilamente la genialidad de la pintura. Hasta fotos eran permitidas. Siempre me deleité con museos y telas, pero descubrí algo sensacional aquella mañana en una de las paredes. Un cuadro con una mujer tricotando, sentada en una habitación donde la lana que utilizaba venía del pecho infinito de un hombre sin rostro y la parte tricotada iba directa para un baúl en el canto del dormitorio. Un trabajo delicadísimo en grafito, de la artista  que retrataba el surrealismo de una manera muy delicada y sublime: Remedios Varo. Buscando mas sobre la artista, descubrí que era española y vivió muchos años en México. Sus obras detalladas exponían el universo de la artista, que exploraba el mundo de la fantasía presente en el día a día. Unía así la ciencia, arte, alquimia, naturaleza, siempre realizando bonitos trabajos. Un viaje a aquellos ambientes retratados.
Del bosque de Chapultepec, seguimos de trenecito hasta el castillo. Caminar por aquel lugar encantador, maravillosamente decorado, era como hacer un viaje en el tiempo, donde lo natural era vivir en aquella grandiosidad. Antiguamente, el lujo era mas imponente y se reflejaba en todas las direcciones, dejando a las personas como pequeñas partes deformes de la decoración que se volvía dueña de todo. Había una gran exposición de objetos muy antiguos. Entre ellos, vi una pintura absolutamente real de la Emperatriz Carlota, esposa del emperador Maximiliano. La pintura mas real que vi en mi vida. El artista dió vida y brillo al blanco, al vestido de satén y a las perlas. Impresionante trabajar con el color claro y la luz de aquella manera. Estaba tan deslumbrada con todo, que perdí de Gui entre los pasillos. Todo lo que vi fue directo para mi mundo y sólo comparto ahora escribiendo esos detalles. Como no podría volver por el mismo camino que hice para llegar al jardín del castillo, tuve que esperar al Gui aparecer. Estaba con miedo de no encontrarnos mas en aquella inmensidad, pero, mucho tiempo después, le vi viniendo en dirección al jardín central.¡¡¡ Uf!!!¡ Ya no estaba sola!
Saliendo del castillo (con un hambre que me moría), Gui dijo que un amigo nos había invitado para comer en su casa. Le dije que estaba muy cansada y no quería ir. Me quejé mucho y después acepté. Al llegar a la casa de Daniel, estaba con muy mal humor, pero, a medida que mis ojos descubrían aquella bonita decoración, fui notando que podría no haber conocido todo lo que conocí aquella tarde.
Daniel es un gran fan de Chavela, que también había escrito para Gui. El y su mujer Maricruz nos recibieron maravillosamente en el apartamento mas curioso y singular en el que ya estuve. Centenas de cadaveras que vivían entre las cuatro paredes de la sala rosa. Infinidad de máscaras daban un aire de misterio al ambiente, hasta mas que las Catrinas. Millares de CDs y DVDs entre cadaveras de varios tamaños. Un xolo de piedra estaba en canto del suelo, próximo al sofá. La cortina en tejido crudo, también era decorada con pedazos de paño donde amigos habían pintado variados temas. Uno de ellos era el perfil de Chavela Vargas. Me quedé encantada con aquella decoración. Cada lugar de la casa de un color. Sala rosa, cocina amarilla, baño rojo, un dormitorio naranja, y creo que el otro era azul. Si Frida tuviese un apartamento en Ciudad de México, sería aquel. Todo allí era arte. Pasamos una tarde muy agradable y el pequeño Tintan (Maricruz había ido a trabajar). En aquella tarde vimos un video en homenaje a José Alfredo Jiménez, donde Chavela Vargas cantaba diversas canciones. Fue la primera vez que la vi en el escenario. Me quedé muy emocionada con la imagen de Chavela con el tan famoso "poncho rojo".
Daniel hizo una bonita declaración aquella tarde, cuando pregunté desde cuando conocía la música de Chavela Vargas. Me dijo que sus padres son grandes admiradores de la música y, entre los artistas que les gustaban estaba ella. "Crecí oyendo sus canciones. Siento a Chavela como parte de mi familia, como si fuese un pariente que encuentro en algunas ocasiones importantes".
En ese día saqué una lección muy interesante: no debemos dejar que un pensamiento nos impida conocer a otras personas. Pensé que iría a hacer algo que no me gustaría, pensé que todo sería normal y demasiado aburrido. Casi perdí la oportunidad de tener esa agradable sorpresa. Casi no conocí todo aquel arte, las personas tan especiales y todo el colorido de aquel bellísimo apartamento. Salimos de la calle Flores Mangón y volvimos a la casa de Don Memo. El y el padre de Gui estaban saliendo para ir al bingo y fuimos juntos. Fue una noche bien divertida.
Teotihuacán era el último destino en la Ciudad de México, y fue para allí que salimos en aquella mañana en un autobús antiguo, repleto de gente. Muchas paradas por la carretera hasta llegar a la zona arqueológica de Teotihuacán. Del lugar donde bajamos, era posible ver varias tiendas en los dos lados del camino de piedra que seguía hasta la pirámide de la Luna, que estaba justo enfrente de nosotros.
Caminamos bastante en dirección a la imponente construcción para aventurarnos en aquella cantidad de peldaños. Para mí, era una cuestión de honra llegar a la cima, ya que tuve pereza de subirlos en el año anterior. Conforme nos aproximábamos a la pirámide, se mostraba cada vez mas grande. El sol ya parecía mas cruel que de costumbre y mis pulmones amedrentados ya pedían para no seguir, sin embargo, era la oportunidad de tener la visión desde lo alto que hizo que tuviese coraje para realizar el ascenso. Y garantizo: la visión es recompensante. Nos quedamos un largo tiempo arriba, mirando el verde en el horizonte y toda aquella paz. El infinito paisaje tocaba el cielo donde los ojos no conseguían llegar. Bajamos despacio y caminamos mucho  por la Avenida de Los Muertos hasta que decidimos irnos.
En la salida, pasó algo bizarro. Al colocar los pies para afuera de la zona arqueológica, cerca de seis personas nos rodearon hablando muy rápido, casi llevándonos a la fuerza para comer en los restaurantes en que trabajaban. Ellos imploraban prácticamente. Querían ganar a los clientes a gritos. Me quedé asustada al principio y, cuándo me dí cuenta de la situación, comencé a reír sin parar, intentando huir de aquella locura. El griterío no adelantó nada y acabé escogiendo el restaurante mas pañadito para comer. Las quesadillas de maíz ( que es un tipo de maíz muy oscuro) estaban maravillosas. El zumo de guayaba también. Volvimos muy cansados del paseo y todavía tuvimos que preparar las maletas para el viaje del día siguiente.
Finalmente, había llegado el viernes, día veinte de noviembre. Primer día del Tercer Encuentro Cultural de Tepoztlán. Salimos pronto, rumbo a la estación Taxqueña, para coger el autobús rumbo al pueblo mágico otra vez. Llegamos al inicio de la tarde a la finca y otra vez fuimos recibidos por el pequeño Joaquín. Cruzamos el inmenso césped para instalarnos, esta vez, un poco mas distante de la casa principal.
Colocamos nuestras cosas y fuimos al centro para contactar con el equipo organizador del evento. Samuel y Jhoel nos hablaron de los planes para la primera noche, que tendría inicio con la representación de corales en la Iglesia de la Natividad. Con todo concretado, al rededor de las seis de la tarde ya estábamos presentes en la iglesia, en cuyo altar diversos corales se presentaban, y poco a poco los bancos estaban llenos por el público. Enfrente, un niñito de cerca de cinco años, con una máquina fotográfica, intentaba tirar algunas fotos. Se giraba para atrás e intentaba fotografiarme colocando los pequeños deditos enfrente de la lente. Le ayudé con su foto y le fotografié también. Su nombre era Joaquín y aquella pequeña sonrisa de dientes nuevos quedó registrada conmigo.
El sábado soleado comenzó con una visita a la iglesia principal, donde una exposición de Chinelos coloreaba el ambiente con sus ropas detalladamente bordadas. Uno de ellos era verde y amarillo y combinaba exactamente con mi ropa con la bandera de Brasil. Los pasillos laterales eran hermosamente adornados con infinitas líneas rojas que subían hasta el cielo de aquella construcción. La vista de los pasillos de la iglesia era el Tepozteco y un binóculo dirigido para el cerro permitía la clara visión de la pirámide allí en lo alto de la ciudad.
La tarde costó de pasar. Surgía una voluntad inmensa de volver a Sao Paulo, y una tristeza tan grande que en aquel momento no sabia el por qué.  La noche se nos presentó con la actuación de orquestras al aire libre y, para mi sorpresa, la música Aquarela de Brasil se hizo presente en aquella noche especial. Seguimos para la reunión del equipo, que fue hasta tarde. Algo que fue discutido era el frío de las noches de Tepoz, y el homenaje, que antes seria hecho a cielo abierto, fue transferido para el auditorio Ilhuicalli. Ahora faltaba poco para  vernos en el escenario.
El domingo soleado en el  centro de Tepoz ya comenzó animado. Vimos el encuentro de bandas formadas por jóvenes músicos. Los platillos, tambores y flautas producían un son que parecía tan antiguo, que me hizo volver a un tiempo que no viví. Imaginé las fiestas de calle, muy antiguas, con desfiles en presencia de un gran público en ciudades pequeñas. En aquel momento, pude vivir una época, en aquella pequeña ciudad mágica, donde el tiempo pasaba sin prisa, envuelto por tantas notas musicales.
Después de terminar las actuaciones, fuimos a ayudar, sirviendo la comida para decenas de músicos en el patio del colegio que quedaba atrás del auditorio. Después de todo estar preparado otra vez, caminé nuevamente por las calles llenas de vendedores de artesanía. Compré copal, miniaturas de animales y plata.
Por la tarde, ayudamos en la decoración para el desfile de Chinelos. Subimos en lo alto de las casas para extender la gran lona con la invitación del evento, ayudamos un poco mas, mientras el público llegaba para el breve carnaval de Chinelos, que comenzaría a las tres de la tarde. Todo listo y, en poco tiempo, el público llenaba el Zócalo.
Cada grupo de Chinelos iniciaba el desfile saliendo de diferentes iglesias de la ciudad. Eran representados por pequeñas bandas musicales, que animaban las personas durante el recorrido. La plaza donde estábamos era el destino final del desfile de Chinelos y allí ocurriría el carnaval por algunas horas.
Ya era posible ver la bandera del primer grupo y escuchar la banda aproximándose. Ya enseguida, fue posible descubrir la danza de los Chinelos, que contagiaba al público. Dieron la vuelta por el centro, mientras los demás grupos llegaban y se presentaban. Cuando el último grupo llegó, tuvo inicio el carnaval y todos bailaban como los coloridos Chinelos. Era totalmente diferente del carnaval brasileño, pero tan animado como él.
Fue un día muy agitado y la reunión de todas las noches un poco mas corta, sin embargo quedó decidido que los dos subiríamos al escenario durante el homenaje. La noticia era sensacional, pero teníamos un pequeño problema técnico.¿Que la entregaríamos en el escenario? Todo lo que yo había hecho y traído de Brasil, ya había sido entregado en el primer encuentro. No era nada interesante comprar algo, porque Chavela merece presentes únicos. Gui le pidió a Daniel que trajese algo diferente de la Ciudad de México, para regalarle. Hablé que no entregaría nada que yo no tuviese hecho y, mas, todavía pediría a Chavela Vargas que me "dejase" uno de los regalos que yo le había dado, para entregar nuevamente en el escenario. Era una idea loca y Gui encontraba que era absurdo y falto de respeto, pedir un regalo de vuelta.¡ Pero sería a penas un préstamo!¡ Lo devolvería en pocas horas! Necesito decir, que estoy de acuerdo, que nunca oí nada parecido en la vida y creo que pocas personas hayan tenido tan bizarra idea, pero, viniendo  de mi, nada parecía imposible.
Intenté dormir pronto para estar bien al día siguiente (¡el gran día!), lo mas importante de el viaje del 2009. Desperté bien pronto para que pudiésemos, finalmente, subir el Tepozteco antes de el día estar mas caliente. Me puse la camiseta que hice con la portada del libro y seguimos para el centro. Agua, galletas y mucha disposición para enfrentar la inmensa subida del cerro. La pista de piedra era intimidadora desde el inicio. Gui parecía el mas dispuesto, pero yo no iba a desistir.
Encontramos algunas personas que hacían el trayecto inverso, paseaban con sus perros y varias ¡estaban corriendo! No consigo imaginar una persona practicando sus actividades físicas diarias subiendo el Tepozteco.¡ Es tan sufrido! Felicidades a todos los que lo consiguen, me canso sólo de imaginarlo. Digo eso porque, antes mismo de llegar al medio de camino, yo ya estaba muerta.
La vista de la naturaleza era bonita y compensadora: diseños de rocas y árboles en un cuadro azul. La voluntad de presenciar la vista desde lo alto era lo que me daba fuerza para respirar un poco más. Al final de la subida , hombres trabajaban por entre las piedras y ya después surgió la parte mas tensa del camino: una estrecha escalera de hierro.  Los peldaños estaban mojados y el miedo de caer apareció, pero, como todo tiene su lado positivo, la escalera indicaba la llegada a la cima del cerro.
El sol ya calentaba todavía mas el paisaje, y ahora ya estábamos en lo alto de Tepoztlán, viendo toda la ciudad. El silencio absoluto sólo fue quebrado con nuestros saltos conmemorativos enfrente a la pirámide, que estaba en reforma. Fue un gran desafío, pero aseguro que valió el sacrificio físico. Claro que la  bajada fue bien mas amigable y rápida.
Por el móvil, recibimos la noticia de que Daniel y Maricruz estaban en la ciudad. Ya era casi mediodía, cuando concluimos la bajada. Con inmensa alegría vimos a la pareja que llegaba para el homenaje. Buscamos una posada para que ellos dejasen sus cosas y seguimos todos para comer en el mejor restaurante de la ciudad. Con nosotros, el xolo  de piedra que antes decoraba la sala de ellos y que acabábamos de comprar para regalar a Chavela. Al final, su perrita Lola es un xolo y era bien posible que le gustase mucho ese regalo.
Después del agradable almuerzo surgió otra discusión. Esta vez era en cuanto a lo que hablaríamos en el escenario. Lo pactado era subir juntos al escenario, entregar los regalos, hablar poco y salir. Y en algún momento dijimos que sólo uno de los dos debería de hablar.
Pensé: no hablo español, Gui debe hablar. Pero sería interesante si me arriesgase a decir algo. Al final, salí de Brasil para aquel homenaje y estaba teniendo una oportunidad única. Si, había imaginado que subiría al escenario, imaginé hasta que pudiese cantar para ella, pero en aquella noche todo sería real. Si todos mis sueños estaban siendo realizados todavía mejor que pensé, debería ayudar a mi suerte. Y decidí: - Gui, voy a hablar también.
Hubo un desentendimiento en cuanto a eso y el guardó secreto de lo que diría en el escenario, yo hice lo mismo. Sólo se que pasé el día estudiando frases en español.  Seguimos para la finca. Estaba casi entrando  en el baño, cuando Gui comenzó a tocar en la puerta del bungaló. Salí corriendo para ver lo que quería y el dijo: - ¡Corre!¡ Ella nos quiere ver!
"Ella" era María Cortina.  Gui la había encontrado y pedido el tal regalo prestado. Me preparé en un minuto y seguí para la casa de cristal. En la hierba, una gran mesa estaba puesta para la comida de Chavela y sus amigas. Ella estaba toda de blanco, sentada en la punta de la mesa. Parecía una reina. Al aproximarme con mis sandalias Havaianas, dije: - ¡Bonita! Y le dí un beso.¡ Ay, Dios mio, aquel perfume!... María Cortina nos hizo entrar en la sala para mostrar dos sorpresas. Ella entregó la imagen de biscuit (el famoso regalo devuelto) para Gui y me entregó algo que ni en mis mejores sueños imaginé. Un cuadro con marco rojo con la portada de mi libro. Por mucho tiempo intenté entender lo que ella había encuadrado.¿ Era el libro?¿ Era una copia de la portada? Hasta que conseguí sentir el entramado de los hilos del tejido.
Así que asimilé la realidad del cuadro, una alegría inmensa me llenó.

La camiseta que llevé con la portada del libro, la misma que yo vestía en aquel momento, se había transformado en un cuadro. Me quedé maravillada al ver tal homenaje que Chavela, mismo sin saber, me hacía. Estábamos en la sala de su casa, la casa de cristal. Gui tenía en las manos el regalo prestado para ser entregado nuevamente, y yo, el cuadro con marco rojo, que Chavela Vargas, la leyenda viva de la música ranchera mexicana, mandó hacer con la portada del libro.
Era surreal. Pero no podría ser de otra manera, porque así son mis pensamientos y sueños: locos e imposibles para la mayoría de las personas. María nos mostró la primera impresión del libro Las verdades de Chavela, que sería lanzado cinco días después en  Guadalajara. Fueron muchos de total felicidad en que fui sorprendida por la intensa realidad que fue concretizada de los sueños mas puros y bellos conseguí tener.
Un millón de sensaciones surgieron. No sabía si reía, si lloraba, pero, en el mejor estilo Thais Petranski, estampé una inmensa sonrisa en el rostro para combinar con el brillo que había surgido en mis ojos. Al salir de la sala, me encontré con Chavela en la mesa, que con una sonrisa iluminada me miraba. Como si pudiese ver toda la felicidad que tenía en mi corazón. De la misma manera silenciosa y simple, retribuí aquella mirada y le mandé un beso. Recordando aquella tarde, tengo que decir para mi misma que todo fue real.
Seguí para el bungaló extasiada, sólo conseguía pensar en los minutos anteriores y, como por milagro, conseguí comenzar a prepararme para la noche del homenaje, esta vez para Chavela Vargas. Separé el vestido negro, el cinturón bordado con colores del poncho de la homenajeada y todos los demás detalles, para estar impecable en el momento en el que estuviese en el escenario. Todavía memorizando las palabras que babía escogido decir.
Poco antes de las cinco de la tarde, seguimos para el auditorio Ilhuiacalli, donde una pequeña fila ya se formaba. Daniel y Maricruz ya habían llegado. Gui aseguraba el xolo de piedra y yo mi pequeña obra de arte. Pero todavía parecía poco regalo. Hablé para que buscásemos flores a la altura de aquel momento tan especial. En la única floristería que encontramos, otro contratiempo surgió. Esta vez en relación a los colores de las rosas que compraríamos.
¿Vas a dar flores rojas para otra mujer?¡Thais!¡Las flores rojas son personas enamoradas! ( decía Gui).
- ¿Tú no amas a Chavela?¡ Yo también! Si, le daremos rosas rojas a nuestro amor ( respondí).
Un gran ramo de rosas rojas fue hecho delante de mis exigentes ojos, con pequeñas flores blancas para adornar. Pedí que separasen una única rosa para también entregarla. Sin mucha discusión, fue decidido que yo entregaría el ramo y Gui la rosa solitaria.
Entramos en el auditorio antes de la apertura oficial. Dejamos nuestros regalos en la parte de atrás del escenario y allí se quedaron hasta el gran momento.
En ese momento el portón se abrió y el público rápidamente llenó todas las butacas. Decidí estar en el patio de butacas y escogí un asiento en el lateral derecho, mientras tanto Gui fue junto con los organizadores. Poco después volvió, diciendo que Chavela Vargas estaba llegando. Inmediatamente di la vuelta por detrás del escenario y fui a buscar a Daniel para que pudiese verla de cerca. El acceso fue permitido, una vez que todos sabían que yo acompañaba a Guillermo.
Nos adentramos por el otro lateral del escenario que daba acceso a la otra entrada del auditorio. Los tres estábamos ansiosos con la llegada de nuestra amada y, momentos después, vimos un gran coche blanco entrar en el aparcamiento. Chavela estaba sentada al lado del conductor, toda sonriente. En el vehículo todavía estaban María Cortina, la Sra. Pat y la Sra. Emma, todos muy contentos con aquél homenaje.
El coche paró lentamente y todos se prepararon para ayudar a Chavela Vargas. Sus cuidadoras la sacaron del coche y la pusieron en la silla. Enseguida, Daniel y Gui se aproximaron y subieron las escaleras con ella. Después, Daniel la llevó por algunos momentos rumbo al escenario y después fue la vez de Gui. Yo me encargue de fotografiarles. Me sentí muy feliz en realizar también el sueño de Daniel. Al final, el era una persona mas que compartía aquel amor por Chavela Vargas. Y, sin ella, era probable que ninguno de nosotros nos conociésemos.
  Había bastante gente en el lugar, pero yo sólo veía y fotografiaba a los tres juntos. Fue un momento muy especial. Daniel volvió para el patio de butacas extremamente feliz y yo fui para otro lado que fue determinado para las personas que tendrían algún tipo de participación en el escenario. La breve entrevista grabada que abría la noche del homenaje ya estaba acabando cuando volví. Pocos minutos después, todas las luces se apagaron y, en cuanto se volvieron a encender, Chavela Vargas ya estaba en el escenario bajo los calurosos aplausos del público. Ella era la alegría en persona y estaba, en aquella noche, realizando el sueño de muchos.
Diversas expresiones artísticas dieron inicio al homenaje. Entre danzas y símbolos tepoztecos, maravillada, Chavela observaba todo. Enseguida, la fue entregado, por el alcalde Sr. Gabino Rios Cedillo, el reconocimiento como ciudadana ilustre del municipio de Tepoztlán. Chavela ya había recibido innumerables homenajes durante toda su vida, en diferentes lugares, pero era la primera vez que era homenajeada allí en Tepoztlán, la ciudad que escogió vivir, hace mas de veinticinco años. Las representaciones musicales realizaban en un clima de entrega total de los músicos a aquella mujer fenomenal, y no ahorraron esfuerzos y emociones al cantar para ella.
Prestaba atención a todo, sabiendo que era una noche histórica. Veía las representaciones, cantaba las canciones y acompañaba el guión hasta que llegara la hora de prepararme para hacer parte de aquel sueño también. En la hora marcada, salí del patio de butacas y fui para el lateral del escenario.
Lo mas sorprendente de aquellos instantes era que yo no estaba nerviosa y ni con miedo. Quería entrar ya en el escenario y decir las tan ensayadas palabras. Digo" sorprendente", porque siempre tuve pánico de representar. En el colegio siempre sufrí mucho cuando había que presentar un trabajo o hasta obras de teatro. Lo mismo en la facultad donde el pánico ya interfería en mi salud, antes y durante la " tortura", que era estar delante de un público. Estaba segura y feliz por demás. Iría a retribuir todo lo que Chavela trajo a mi vida con un pequeño gesto. Y fue ahí, después de una breve presentación hecha por Edith al respecto del fan venido de Tijuana y de la fan brasileña de Sao Paulo, que subimos al escenario con los regalos en las manos.
Entré radiante mirando para Chavela y me coloqué en el centro del escenario. Gui tenía en las manos un micrófono, el xolo y la rosa, que dejó a los pies de Chavela Vargas. El habló con gran desenvoltura sobre el site que había hecho para colocar la carta que había escrito a todos los que pudiesen hacer realidad su sueño de conocerla. Habló del libro que escribí y de los regalos que hice. Yo miraba para todo el público con calma, Sin crisis de pánico. Pude ver en la primera fila a las grandes amigas de Chavela y, un poco mas atrás, a Daniel y a Maricruz. Estaba allí, orgullosa de mí y por poder representar a sus admiradores brasileños. Llevé el nombre de mi país hasta aquel auditorio en Morelos, Tepoztlán.
Eran muchos sentimientos al mismo tiempo. Mi alegría era mayor que todo al mirar a Chavela Vargas de frente, sonriendo para nosotros dos. Poco a poco fui aproximándome a ellos. Entonces, Gui me preguntó si me gustaría decir algo y me pasó el micrófono.  Dije mis palabras tan estudiadas, con todo mi corazón.
- Muchas gracias Chavela Vargas por ser parte de mi vida.¡ Te amo!
Coloqué los regalos enfrente de ella, le dí un beso y le agradecí otra vez. Bajo los aplausos dejamos el escenario, sin que nuestros pies tocaran en el suelo. Al salir, los amigos y músicos de Chavela vinieron a preguntar sobre Brasil y si yo era la autora del libro Sigue tu corazón: ¡busca a Chavela Vargas! Estaba maravillada porque, mas allá de recibirme tan bien, ¡leyó el libro inmediatamente y todavía habló de mí!¡ Dios mio! Chavela Vargas habló de mí y enseñó mi arte. ¡Sensacional!
Aquel momento fue emocionante, grandioso, bonito, intenso, mágico, genial, realizador, histórico, único, inolvidable, gratificante. Aquellos pocos minutos representaban toda la emoción que Chavela Vargas puso en mi corazón. Toda la admiración que siento por ella se transformó en gratificación y felicidad, que, aquel momento tan bonito, pude demostrar y decir. Fui una extranjera más que realizó un sueño en México, dulce México. Fui hasta el país mágico para agradecerle a una reina de la música. Una mujer con mucha fuerza e historia para contar. El sueño que soñé en Brasil se realizaba magníficamente en Tepoztlán. Nunca dudé de que entregaría mi arte en sus manos, ni que le haría una declaración pública de amor. Tepoztlán y Chavela Vargas marcaron mi vida para siempre. Me enseñaron que no hay límites para quien cree en sueños, mismamente cuando nadie cree en ellos.

¡Que linda historia vivida! Había sentido que algo me mandaba buscar Chavela Vargas incesantemente. Una fuerza inmensa me impulsó para encontrarla. Hasta que encontré a Guillermo, el ángel que me llevó hasta mi amada cantante. Samuel y todos los del equipo de organización, del Tercer Encuentro Cultural de Tepoztlán querían realizar el bonito sueño  de Gui, que era el mismo que el mio, y también fui regalada con la mas bella oportunidad que alguien me dio en la vida. Soy y seré eternamente agradecida a todos los que permitieron mi presencia en el palco.
El homenaje terminó con la danza de Chinelos y poco a poco las personas vaciaban el auditorio. Algunas rodearon a Chavela Vargas en aquel momento de inmensa alegría, tanto para ella como para los fans que querían tener un momento mas con aquella noble mujer, cuya felicidad hacía brillar más que nunca. Todavía la acompañamos hasta la salida y el coche blanco, donde grabó una corta declaración para el site de Gui. El vehículo lleno de flores dio la vuelta por el aparcamiento y se marchó. Fue la última vez que la vi.
Eran casi las once de la noche cuando fuimos a buscar un lugar para cenar en la ciudad.
El único restaurante abierto estaba lleno, ya que todos tuvieron la misma idea que nosotros. Daniel, Maricruz, Gui y yo conversamos y nos divertimos con los músicos de la mesa de al lado. Eran los amigos de Chavela Vargas, que también participaron del homenaje. Estábamos radiantes. Hablamos mucho sobre todo y vimos las fotos sin parar. Del restaurante fuimos para la reunión post-homenaje con los organizadores. Todos muy contentos con el resultado de todo el trabajo y esfuerzo. Aproveché para agradecerle a Samuel por la oportunidad que me dio.
El último día en México amaneció soleado en Tepoztlán. Salimos pronto para tomar el desayuno preparado por la madre de Samuel en su casa acogedora y repleta de paz. En aquel clima de tranquilidad, nos despedimos de aquellas personas especiales. Todavía en el centro, también nos despedimos de Daniel y Maricruz, antes de volvernos a la finca para coger nuestras maletas. Era como si el tiempo no debiese correr más, para retrasar la despedida tan inevitable.
Compré papeles rojos y mandé imprimir una foto nuestra. Hice un corazón de “origami” y pegué la foto en el centro. Este sería el último regalo que daría a Chavela Vargas.      Recogimos las inmensas maletas y cruzamos el césped sin Toby y sin Joaquín. Entramos en la casa de cristal y Chavela todavía estaba durmiendo. Al final, se había cansado mucho el día anterior. Dejé con su cuidadora el “origami’ rojo y seguimos para el inmenso portón.Apenas encontramos a la Sra. Emma, que con aquella mirada y sonrisa dulces, se despedía de nosotros para siempre.
Hicimos un viaje sin palabras hasta la Ciudad de México, mirando los paisajes verdes de la carretera con un sentimiento extraño que la distancia siempre proporciona.
Retornando a la calle Ticoman, me despedí con inmensa tristeza de Don Memo, de Carlitos y del padre de Gui. La última parada antes de ir al aeropuerto fue mi restaurante favorito: Sanborn´s. Al final, tendría que despedirme de aquel guacamole divino y del frapé azul.
Cuando entramos en el taxi que me llevaría hasta el aeropuerto, todavía estaba calmada. Comencé a notar las calles, las personas andando, los coches y el sentimiento de partida vino con toda la fuerza. Comencé a llorar ya en el medio del camino, porque pensar en salir de México era lo mismo que dejar atrás una parte de mí. Gui me dejó en el aeropuerto y allí nos despedimos de la gran aventura que fue buscar a Chavela Vargas. Entré en el avión con el corazón pequeñito, pero sentí el inmenso dolor de la pérdida así que despegamos y vi las luces de la ciudad quedándose pequeñas allí abajo. Lloré como si no pudiese volver otra vez a aquel país. En aquel momento, entendí el por qué de no encontrarnos a Chavela Vargas antes de irnos. Creo que el dolor hubiera sido mucho peor.


(continuación las ciudades)

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Chavela Vargas. ¡Siempre!

“La Mujer del Poncho Rojo”, como la llama Joaquín Sabina, “La Vargas”, como la conocen en México, o simplemente "Mi Inspiración", como la llamo.

Así es Chavela Vargas: la mejor cantante de rancheras, con talento y energía de otro mundo.